8 de octubre de 2009

Caso Madeleine McCann - The Cracked Mirror III





Publicado el 19 de septiembre de 2009

A las 8h30 del día 4 de mayo unos cansados Kate y Gerry McCann, junto con otros del grupo Tapas (algunos se quedaron atrás para hacer de canguro), reunidos ante los apartamentos del Ocean Club para ser traslados en coche a Portimão para realizar la entrevista formal y el participar en el proceso de toma de declaraciones. En contraste con el caos en Praia da Luz de la noche anterior, la relativa calma de la comisaría de Portimão ofreció la primera oportunidad a los investigadores de obtener una imagen clara de los hechos ocurridos la noche del 3 de mayo y averiguar más sobre los antecedentes, relación y movimientos de las personas implicadas.

Solo cuando tuvieran esa información, estaría el equipo de la policía en posición de formular una línea detallada de una investigación criminal más que un ejercicio de búsqueda de emergencia. Tal como dijo un oficial de la PJ, las primeras informaciones de Praia da Luz indicaban que “todas las hipótesis estaban abiertas,” incluyendo, en la lúgubre terminología de la lista policial, “despertar y vagar,” accidente/eventual, muerte/ocultación de cadáver, heridas corporales con resultado de muerte, negligencia u homicidio intencionado, venganza, secuestro para posible rescate, predador sexual e intruso interrumpido.


En cualquier investigación cada posibilidad investigativa requiere una gestión distinta y una distribución diferente de los recursos y mano de obra, debiendo traer la mayor parte de fuera. La decisión de concentrarse en el “despertar y vagar”, por ejemplo, que incluía la posibilidad de que la niña hubiese sido capturada y asaltada mientras estaba desaparecida, requeriría una alta concentración de mano de obra relativamente sin experiencia en el lugar combinado con un intenso trabajo forense. Sugerencias de un acto de venganza o rencor, por otra parte, necesitarían una utilización de los recursos totalmente diferente, con mucha menos mano de obra “sobre el terreno” y la concentración del esfuerzo de la búsqueda en acciones y paraderos de posibles autores. La muerte accidental o de otro tipo a manos de colaboradores cercanos, tal como empleados locales, el grupo en sí mismo o incluso la familia, requeriría una mano de obra relativamente limitada, pero muy altamente cualificada y necesitaría concentrarse en lo que un jefe de la PJ describió como “investigación pura” – analizando cuidadosamente el paradero y declaraciones de posibles sospechosos y examinándolos una y otra vez en busca de conflictos y contradicciones – “pistas”. Por último, el secuestro o rapto sigue siendo de lejos la línea de investigación más abierta, inextricable y la más hambrienta de recursos, demandando de las fuerzas policiales un esfuerzo ilimitado durante el tiempo que puedan permitírselo.

Ningún esfuerzo investigativo razonable, en ningún cuerpo policial, podría avanzar sin esta primera valoración de las pruebas y ponderación de las posibilidades y, aun cuando los McCann se estaban preparando para sus entrevistas, un equipo de la policía en la recientemente creada “sala de crisis” estaba compartiendo ideas (brainstorming) sobre el asunto como corresponde. El problema era que en este caso tan extraordinario estaban perdiendo el control de la planificación y la oportunidad de un análisis sosegado, casi antes de que hubieran empezado: el control de acontecimientos y la determinación de la futura dirección y magnitud de la investigación, ya se estaba escapando – o siendo quitada- de su alcance.

El Inspector Gonçalo Amaral, coordinador del caso, un hombre de considerable inteligencia así como instinto, sobre quien oiremos hablar más, presentía que algo estaba ocurriendo pero no tenía ni idea de qué era exactamente. Trabajaba sobre el terreno en Praia da Luz mientras sus subordinados realizaban y organizaban las declaraciones en Portimão cuando fue sorprendido por la repentina llegada a las 10h00 del Cónsul británico, presente no solo para conferir sino también, bastante sorprendentemente, para expresar un punto de vista sobre la investigación.

Amaral, quien aparentemente no había sido advertido de su inminente llegada, y mucho menos de su familiaridad con los acontecimientos, tuvo la impresión de que el cónsul estaba “insatisfecho” con el trabajo de la policía. ¿Pero cómo podía estar insatisfecho? ¿Cómo, en otras palabras, se preguntaba el inspector Amaral, podría haber encontrado hechos suficientes para realizar una valoración crítica de la actuación de la policial?

Particularmente en países como España y Portugal con historias de dictaduras semi-fascitas o fascistas hasta hace tan solo la generación anterior, seguida de un período de cambios constitucionales fluido y confuso – los oficiales de policía tienden a tener un instinto para detectar relaciones poderosas y la posibilidad de un “caso patata caliente” bastante más desarrollado que aquel de, por ejemplo, un oficial del DIC de Salford-UK: sin tal instinto en ese entorno, después de todo, es poco probable que prosperes como policía y algunas veces ni siquiera sobrevives en tu profesión.

El Inspector Amaral podía “sentir” la presión sobre el caso pero no podía identificarla ni aislarla, sin información que sugiriera que alguien del grupo hubiese intentado salir de la investigación, mucho menos que el proceso estaba teniendo lugar incluso entonces, con Gerry McCann haciendo un gran número de llamadas importantes desde su móvil mientras Amaral hablaba con el cónsul. Si el inspector hubiese tenido idea de todo lo que estaba sucediendo sin su conocimiento ese rostro ligeramente explosivo habría adquirido un tono incluso más oscuro.

Inspector Amaral enfrentándose a una mañana difícil

Pronto tuvo, desgraciadamente para su presión arterial, que enfrentarse con más sorpresas repentinas tanto en el frente por parte del frente de poder como los medios de comunicación, las torres gemelas del caso McCann. Mientras sus subordinados, asistidos por intérpretes, tomaban declaración a Gerry McCann en Portimão, el inspector, habiéndose librado del problemático y bien informado cónsul británico, tuvo entonces que saludar a un auténtico pez gordo, esta vez el subdirector de la PJ en persona, que llegó a toda prisa desde Faro. Su presencia fue otro indicador de que el caso, con menos de un día de vida, estaba amenazando con estallar descontroladamente de sus confines.

El inspector Amaral lo llevó al Ocean Club para mantenerlo callado, igual que hace uno con los Grandes y los Buenos – y descubrió, para su consternación, que se estaba llenando con un paquete de medios Madeleine McCann, algo bastante inusual en las primeras etapas de una investigación portuguesa. Si hubiese sabido además que el Embajador británico estaba llegando a Portimão para ayudar a los turistas el día de su interrogatorio su equilibrio podría haber sufrido incluso más. La mañana fue enriquecida aun más con llamadas desde Portimão informándole que sus oficiales habían aceptado permitir al grupo Tapas ir a la comisaría por turnos (para que pudieran hacer turnos para hacer de canguro) con la probable consecuencia de la posible contaminación de las pruebas de cada uno. Amaral, que ya había tenido que digerir la desagradable noticia de que la potencial escena del crimen, el apartamento 5A, había sido pisoteada por las hordas de extranjeros antes de la llegada de la policía y que los puntos de acceso, perturbados y manejados por los McCann y sus amigos, vio que su vaso estaba lleno cuando fue informado de que el proceso de traducción de las entrevistas estaba ralentizando el proceso de interrogación tanto que todos los testigos importantes habían tenido “demasiado tiempo para pensar” antes de contestar las preguntas. No estaba siendo un comienzo auspicioso.

Gerry McCann declaró a las once y cuarto de aquella mañana y Kate McCann justo después de las dos de la tarde. Las dos declaraciones fueron virtualmente idénticas y, tras una confirmación posterior los temores de los oficiales sobre la contaminación estaban bien fundados, incluían descripciones de oídas de lo que otros miembros del grupo había estado haciendo, en vez de ceñirse a lo que ellos habían visto en realidad por sí mismos. En general sus contribuciones fueron relativamente parcas y fácticas sin mención de una intromisión forzada. Ninguno de ellos tenía ninguna queja sobre la actuación de la policía durante las doce horas anteriores, aunque, por supuesto, como padres de una niña desaparecida eran libres de decir lo que desearan. Cabe señalar también que en sus declaraciones no hay constancia de ninguna de las presuntamente claras pero secretas evidencias de intrusión y secuestro, tal como la posición del peluche de la niña o el estado de su cama, que Kate McCann en particular – hasta la apertura del proceso policial- hizo creer insistentemente habían sido proporcionadas a la policía. Sin embargo ellos mantuvieron que claramente era un secuestro.

Antes de abandonar la comisaría la pareja fue informada de su obligación de silencio como testigo bajo legislación portuguesa y hechos conscientes, otra vez, del punto de vista oficial de la policía de que la publicidad muy probablemente estaba poniendo en peligro a su hija. Los McCann ni protestaron ni pusieron objeciones a estas advertencias. Más tarde aquella noche el proceso había terminado por fin y los llevaron de vuelta, con la habitual pesadilla de las altas velocidades portuguesas no ayudando en nada a calmar sus nervios, llegando a Praia da Luz justo antes de las 22h00. Había sido un largo y exhausto día.

Los padres nunca dieron una explicación satisfactoria de las actividades independientes de Gerry, respaldado por su mujer, el 4 de mayo, comienzo de la “investigación paralela”. Hablando de la inmensamente importante decisión de “introducir” a los medios de comunicación Kate McCann parecía completamente ignorante del significado y potencial de sus acciones, como si fuera un asunto sin importancia. Dijo que lo habían hecho porque “no sabían qué otra cosa hacer”, tras este razonamiento bastante raro con una de sus largas cadenas de incongruencias con acento de Liverpool, que los entrevistadores dejaron pasar sin respuesta hasta que se fueron apagando: “El sentimiento era de absoluta impotencia,” gimoteó ella con impotencia, “estás absolutamente desesperado. Quiero decir, esta es nuestra hija a quien queremos más allá de las palabras, y cada segundo es como horas. Nada sucede lo suficientemente rápido.” Gerry al menos reconoció que “La policía portuguesa decía, “No, sin medios”, pero al igual que su esposa utilizó la “D” word (Palabra “D”: Hace un juego de palabras con la D-Notice que emite el gobierno británico para evitar que los editores hablen sobre un determinado tema por “seguridad nacional”) en defensa de su incumplimiento del requerimiento – “pero en ese momento estábamos desesperados.”

La motivación final de Gerry puede no conocerse nunca. Tal como hemos visto él era descrito constantemente por amigos y asociados en Praia da Luz como un hombre que estaba a favor de cualquier tipo de acción por encima de la reflexión, aunque esto parece extremadamente raro, incluso incompatible, con un médico que está especializado en diagnósticos cardíacos: actúa primero y evalúa después en ese campo y acabarás rodeado de cadáveres. El minucioso análisis de las posibilidades de vida y muerte precedente a los actos que Gerry McCann debe haber practicado regularmente en su profesión, estaba aparentemente ausente en Praia da Luz.

Más tarde habló de querer “actuar” como una forma de sobrellevar la crisis temporal y el dolor, aparentemente ajeno tanto a las implicaciones egoístas de su declaración como al argumento obvio de que en este caso los riesgos potenciales de una acción independiente –y basada en la publicidad- podría literalmente haber sido un asunto de vida o muerte para otra persona. “Si nos hubiésemos quedado en casa,” dijo después, enfatizando una vez más con ese arqueo de cejas el “nosotros”, lo que excluía a Madeleine, “nos hubiésemos encerrado y esperado, y esperado, y esperado durante un mes, seríamos una sombra de la persona que éramos.” Sea lo que sea lo que uno extraiga de tal punto de vista, refleja claramente su inusual certeza de que sus actos eran capaces devolver a Madeleine de su destino, y su negativa a aceptar siquiera la posibilidad de que sus posibilidades estaban más allá de su influencia.

Si estuvo preocupado en algún momento por emprender acciones independientes en un caso criminal sin ningún tipo de conocimiento investigativo, o dudó antes de tomar decisiones irrevocables sobre su hija, no nos lo ha dicho. Ni tampoco ha dado nunca una explicación detallada de por qué el enfoque de la policía –y concretamente las advertencias contra la iniciativas que, tal como veremos, ya estaba tomando- era inaceptable para él. El inefable Clarence Mitchell dijo luego, “Todo lo que hemos hechos desde el principio (en términos de medios de comunicación) ha sido evaluado muy cuidadosamente y muy pensado.” Esto claramente no era verdad, algo que difícilmente debería sorprendernos, dada la fuente: los padres no afirman haber pasado tiempo evaluando, solo desesperación, o acción por su propio bien y no había tiempo u oportunidad para que los padres “pensaran las cosas” antes de actuar: los testigos presenciales, tal como hemos visto, demuestran que Gerry McCann cambió de estar tirado histérico por el suelo a una acción compulsiva basada en el teléfono sin ningún intervalo de evaluación y consideración.

Tampoco ha buscado nunca justificar, explicar o incluso mencionar su negativa de mantener a la policía totalmente informada sobre sus acciones independientes y, particularmente, su exposición contra ellos, a sus espaldas y sobre sus cabezas, el 4 de mayo. Es esta negativa, en efecto, la semilla de tanta amargura y desconfianza entre la policía y los padres. Carlos Anjos, el director de la Asociación del DIC portugués, habló después por muchos de ellos cuando acusó a los padres de crear “un monstruo de información” que había dañado el caso. Sus criterios entonces y después eran fácticos pero uno podía percibir bajo ello un elemento adicional de shock y traición tanto por la forma que los padres habían hecho cosas como por lo que habían hecho.

En cuanto a lo que siguió Anjos fue categórico: “Nosotros estábamos en contra de esto (la publicidad) desde el principio. Y sobre todo, estábamos en contra de la publicación de la foto de Madeleine McCann por todo el mundo. Pensamos que las fotos que se hicieron públicas no deberían haber mostrado la marca distintiva que Maddie tenía en el ojo. Por nuestra experiencia en investigaciones criminal si se tratara de un secuestro, que era lo que nosotros creíamos... la publicación de tal característica distintiva hubiera puesta la vida de esa persona en peligro.”

Las fotos con la característica que fueron publicadas por los familiares de Gerry el 4 de mayo: claramente en sus conversaciones con ellos él no había considerado adecuado exponerles las advertencias de la policía, mucho menos insistir en que se cumplieran. ¿Un desliz perdonable, con todo lo que le tenía en mente? Muy posiblemente. Pero tales deslices, con consecuencias incalculables en el destino de su propia hija, -¿y cuántos más debe haber?- fueron, por supuesto, consecuencias de su iniciativa independiente y su principal argumento en contra. Estaba jugando con fuego, fuego que amenazaba con quemar a alguien que no era él mismo.

“En cuanto a la forma, más que el qué, los policías tienen, como hemos dicho, buena intuición. El Inspector Amaral supo aquella mañana que se debían estar manteniendo conversaciones con gente de fuera que él no conocía, incluyendo, aparentemente, una valoración crítica de su propio equipo operacional. Podemos imaginar que el efecto que tuvo sobre él y sus colegas el posterior descubrimiento de que los padres estaban dando información en contra del Cuerpo tanto al gobierno Británico (tal como han demostrado desde entonces los requerimientos de Freedom of Information) como a los medios de comunicación, mientras interpretaban la farsa de defenderles o haciendo saber que ellos “apoyaban totalmente” a la policía – conducta más típica de políticos astutos con la espalda contra la pared que de víctimas de un delito. Los medios de comunicación británicos podrían haber estado deseosos de continuar con este juego que era bastante transparente para ellos, aunque contenidos por sus lectores, sin embargo los oficiales de policía pronto pudieron ver demasiado bien lo que estaba ocurriendo.”

Quizás, si la vida hubiese sido diferente Gerry McCann, una vez asegurado económicamente el futuro de su familia y limado las asperezas, podría haberse convertido en uno de esos médicos con talento para la política, un firme escalador hacia las filas de un Royal College, por ejemplo, o un operador delicado y dedicado al gobierno bizantino del Servicio Nacional de Salud, incluso, quizás, un diputado. Llega la hora, llega el hombre: es una pena que sus talento natural como político, como un operador realmente notable, emergiera por primera vez en circunstancias tan trágicas y potencialmente explosivas, dejando un residuo de profunda desconfianza en aquellos que no consiguieron creer en él, tanto en Portugal como más allá. Y aquellos que subestimaron a este aparentemente ingenuo e inculto de Glasgow iban a lamentarlo.

En el último análisis, el comportamiento de los McCann a este respecto –principalmente el de Gerry- sigue siendo un misterio, angustiado por el silencio virtual, quizás silencio hacia sí mismo como hacia muchos otros. Detrás se encuentra la insondable posibilidad de la oscuridad y duda en sí mismo, cualidades que son anatema para Gerry McCann – duda permanente, en retrospectiva, no sobre cualquiera de sus acciones de la noche del 3 de mayo sino sobre las posibles consecuencias de lo que hicieron después. ¿Cómo, robarle la iniciativa a la policía podría haber ayudado a encontrar a la niña a largo plazo? Cualquiera que fueran sus debilidades era la única fuerza con el poder y recursos para encontrar a la niña, después de todo. ¿Podría la publicación de las fotos haberla dañado en realidad? Incluso ahora la niña podría estar muerta en algún lugar porque, sí, porque el intento de prohibición de la policía, basado en la experiencia y los conocimientos y aun así tan casualmente violada por Gerry, estaba totalmente justificado y un secuestrador se deshizo rápidamente de esta carga abrumadoramente reconocible. De hecho, de dónde, ¿partió su certeza de que podría asilar las debilidades y mejorar a la fuerza policial de un país entero? Para terminar, el “fracaso” de la investigación, el archivo del caso que fue recibida con tanta satisfacción por los McCann y su portavoz, pero que equivale a admitir que los portugueses nunca encontrar a su hija - ¿fue eso realmente un desenlace deseable y había contribuido a ello el conflicto entre los padres y la policía?

En cualquier caso, el 4 de mayo, fue decisión de Gerry actuar, no valor o considerar, y Gerry McCann estaba actuando, como veremos, con una magnitud importante.

© Traducción de Mercedes